
La parábola del hombre rico y el pobre Lázaro, óleo sobre lienzo de Hendrick ter Brugghen, alrededor de 1625. (Foto: Wikimedia Commons/obra de dominio público)
Nota de la editora: Global Sisters Report en español presenta Al partir el pan, una serie de reflexiones dominicales que nos adentran al camino de Emaús.

«En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: “Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y ustedes se abre un abismo inmenso para que los que quieran cruzar desde aquí hacia ustedes no puedan hacerlo ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros’. Él dijo: ‘Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento’. Abraham le dice: ‘Tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen’. Pero él le dijo: ‘No, padre Abraham. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán’. Abraham le dijo: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán, ni aunque resucite un muerto’”» (Lc 16, 19-31).
Esta conocida parábola del rico y el pobre Lázaro nos da un mensaje bien importante, como Jesús pretendió que lo fuera para los fariseos de su tiempo. Es a ellos a quien Jesús se dirige y el ejemplo que les pone es muy contundente: el rico y Lázaro son dos personajes totalmente opuestos y, en ese mismo sentido, tendrán un final opuesto.
Notemos algunos detalles. El hombre rico no tiene nombre. Por otros documentos apócrifos se le ha atribuido el de Epulón, pero en los textos originales no lo tiene. Sin embargo Lázaro, un pobre, sí tiene nombre. Lázaro significa:“Dios te ayuda”.
"El rico no se dice que sea malo, pero no vio a Lázaro que estaba a su puerta. Y este es el mensaje de Jesús: ¿Ven lo que pasa a su alrededor? ¿Se dan cuenta de la suerte de los pobres que tienen a la puerta de sus casas?": teóloga Consuelo Vélez
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Por otra parte, el texto no dice nada de la bondad o maldad de los dos personajes. No dice que el rico haya sido malo ni que Lázaro sea bueno. Pero están en condiciones distintas. El rico banquetea todos los días y Jesús le dice que recibió muchos bienes, mientras que Lázaro solo recibió males, a tal punto que los perros lamían sus llagas. Es decir, estaba en una situación verdaderamente nefasta.
Al morir, el rico es enviado al infierno y Lázaro está en el seno de Abraham. Es entonces cuando el rico le pide a Abraham que Lázaro vaya a refrescarle con una gota de agua, pero Abraham le dice que hay un abismo inmenso entre ellos.
El rico pide, entonces, que Lázaro les avise a sus hermanos para que no corran su misma suerte, y Abraham le responde que tienen a “Moisés y a los profetas” y con eso debería ser suficiente.
En conclusión, ya no se puede cambiar el destino de cada uno. Podríamos preguntarnos dónde está la misericordia de Dios con el rico. Pero la pregunta no tiene lugar porque el mensaje de la parábola va en otro sentido.
El rico no se dice que sea malo, pero no vio a Lázaro que estaba a su puerta. Y este es el mensaje de Jesús para los fariseos: ¿Ven lo que pasa a su alrededor? ¿Se dan cuenta de la suerte de los pobres que tienen a la puerta de sus casas? ¿Han entendido a Moisés y a los profetas?
Y las mismas preguntas nos hace este Evangelio a nosotros hoy: Vemos la realidad que nos rodea? ¿Estamos respondiendo a ella? Es en el aquí y ahora, en la construcción de un mundo justo, donde se juega la salvación definitiva. Este es el Reino anunciado por Jesús. ¿Seremos capaces de escuchar el Evangelio y ponerlo en práctica?